Más allá de las necesidades básicas de subsistencia, los seres humanos siempre hemos deseado poseer objetos que satisfagan los aspectos más íntimos y personales, así como disponer de momentos para el ocio y el tiempo libre. La sedentarización, en el neolítico, y sobre todo la creación de excedentes en las culturas griega y romana permitieron disponer de los recursos suficientes para fabricar, comprar e importar objetos de consumo, considerados de lujo, tanto por el valioso material con el que estaban hechos y que, generalmente, no tenían a su alcance, como por el trabajo y las técnicas especializadas que requerían para su elaboración. Un ámbito muy diferente es el del juego, una actividad tan vieja como la misma especie humana y propia de su socialización y ocio, que experimentó un notable desarrollo en las sociedades antiguas.
Objetos destinados a la higiene y al cuidado personal, pero también instrumental médico y quirúrgico. Objetos que facilitan el comercio, como las pesas, medidas y monedas, pero también material e instrumental de escritura, que permite la transmisión y la conservación de ideas y de conocimientos que hasta el momento de la aparición de la escritura solo se podían transmitir oralmente. Se iniciaba así una explosión de posibilidades y capacidades de comunicación de todo tipo de contenidos que hoy en día aún continúa. Bienestar y ocio, disfrute físico, pero también disfrute espiritual e intelectual.
Joyas
Desde el paleolítico se documenta la voluntad de adornar partes significativas del cuerpo, que, además, podían ser un elemento que diferenciaba a los miembros notables del grupo. El cuello, los dedos, las muñecas, las orejas, la cabeza, los tobillos, se adornan paulatinamente con elementos que se encuentran en la naturaleza. La extracción de metales, la transformación de minerales y la aplicación de gemas para crear estos pequeños artículos de lujo implicaron, ya por aquel entonces, una especialización manufacturera singular.
Sin embargo, la exhibición de joyas obedecía a necesidades de presentación social y de indicación de estatus que sobrepasaban los mismos límites temporales de la vida. Por ello, pendientes, collares, pulseras, anillos, colgantes, fíbulas o hebillas a menudo se hallan en las tumbas, como acompañamiento funerario de quien las había usado en vida.
Cuidado e higiene personal
Los hábitos cotidianos de higiene corporal han experimentado importantes variaciones a lo largo de la historia. En el mundo clásico (griego y romano), el baño se convirtió en una expresión social y de ocio, además de terapéutica y de cotidianidad, y las mujeres y los hombres dedicaban parte de su tiempo a la higiene y el cuidado del cuerpo.
Perfumes y juegos
Ya en la prehistoria los seres humanos quemaban maderas aromáticas y resinas para que desprendiesen aromas y fragancias agradables, sobre todo en los espacios cultuales de los santuarios y en los rituales funerarios, pero también en el ámbito cotidiano y del atuendo personal. Los recipientes utilizados, de diversas formas y orígenes, contenían aceites perfumados que se difundieron, a través del comercio, como objetos exóticos y prestigiosos.
El juego es una forma de socialización inherente a la humanidad. Los momentos libres, sin actividad, provocaron la invención de cientos de juegos, cuya vigencia ha llegado hasta nuestros días. En la antigüedad, los juegos de adultos ocupaban largos ratos de ocio, especialmente los de mesa y los de azar.
Intercambio y comercio
Cuando la humanidad es capaz de generar excedentes, se produce el intercambio y el comercio. Incluso antes de la aparición de la moneda, el intercambio era el medio de conseguir unos bienes a cambio de otros. La navegación fluvial o marítima será la principal vía de comunicación, transporte y comercio. El comercio en época antigua era una actividad estructurada, con rutas bien definidas y con barcos y puertos adaptados para su cometido.