Teselas de piedra ligadas con mortero
III dC
Can Pau Birol, Bell-lloc del Pla (Girona - Gironès)
Soy vecino de este mosaico. Llegó a Sant Pere de Galligants siete años antes de mi nacimiento en la casa del huerto de la abadía, justo en frente de Sant Pere de Galligants. No puedo, pues, separar simbólicamente esta pieza delicada de mi memoria personal. Sant Pere, Sant Nicolau y la casa de la plaza de Santa Llúcia número 1 han formado un triángulo vital inseparable en mi biografía personal.
Evoco este vínculo personal para remarcar mi aproximación a esta pieza, que es más sentimental que académica. En este último terreno, el recorrido que va del opúsculo que editó el Ayuntamiento en el año 1993 a lo que publicó en 2016 la Generalitat, veinte y cinco años más tarde, marca los avances que se han producido en el conocimiento de los mosaicos y de su peripecia histórica.
Hoy, pues, con el mosaico de Teseo y Ariadna recuperado y restaurado, podemos descartar ya prácticamente las interpretaciones pasadas, y la apreciación de unas piezas de mosaico claramente identificables con un laberinto nos situarían, sin duda, ante un mosaico dedicado al mito de Teseo y Ariadna. David Vivó y Lluís Palahí son, en este aspecto, muy concluyentes.
Remarco algunos aspectos que a mí me fascinan del mosaico.
En primer lugar, la desnudez sutil de los personajes. Los pliegos insinuados de los vestidos acompañan con delicadeza los cuerpos de Teseo y Ariadna. Al lado, el enigma no resuelto de los símbolos que los acompañan y la constancia material del ovillo de lana que debería servir a Teseo para salir del laberinto.
En segundo lugar, la oscilación sinuosa de la historia del triple descubrimiento del mosaico. Primero en 1877, un año más tarde del descubrimiento del mosaico emblemático del circo. Reencontrado en 1934 por Josep de C. Serra i Ràfols, y en 1941 vuelto a desenterrar de nuevo y finalmente extraído y trasladado a Sant Pere de Galligants por el mismo Serra i Ràfols, como explica con detalle el erudito y sabio Josep M. Llorens. A diferencia del mosaico del circo, el mantenimiento in situ del de Teseo y Ariadna preservó la integridad gerundense y le ahorró, bajo la salvaguarda provincial, el periplo barcelonés que tuvo el otro.
La tercera cuestión se refiere al entorno mismo en una villa romana parcialmente recuperada y conocida: can Pau Birol o Bell-lloch del Pla. Es el aspecto que me parece más fascinante de todos. Primero por la articulación del territorio de Gerunda y su “suburbium” en un esquema que conocemos bastante bien y que indica la localización suburbial de las élites en grandes fincas, para acoger y recibir tratos y pactos y para vivir. Pero, sobre todo, por la pérdida enterrada de la memoria de la villa y de sus magníficos mosaicos enterrados, sepultados entre los pilares de la masía medieval y las intervenciones posteriores. Que fuera el surco de los arados, el trabajo del masovero y las obras en la casa que pusieran al descubierto una historia bimilenaria es una aventura cautivadora.
Añadamos, en este sentido, el equívoco de la forma actual del mosaico en T, que tiene más que ver con las partes ocupadas por los muros de la masía y la extracción parcial de un mosaico cuadrangular.
En último término, vuelvo a una historia personal: en mis investigaciones sobre Joan Subias he topado con las gestiones para rescatar y poner en valor los mosaicos de can Pau Birol, con derecho a visita, desde los servicios de cultura de la Diputación y desde de la dirección de cultura de la comisión delegada de la Generalitat con la intervención de Subias, junto con Rafael Masó y Josep de C. Serra y Ràfols. La correspondencia que aflora subraya el papel de la Diputación, de la Generalitat, de la Comisión de Monumentos y del Instituto de Estudios Catalanes.
En medio de la nave de Sant Pere de Galligants, el mosaico de Teseo y Ariadna aparece descontextualizado del entorno para el que se había concebido y encargado, y reclama un esfuerzo de interpretación y de contextualización para trascender la belleza intrínseca del mosaico y verlo en la grandeza de una villa romana.
Joaquim Nadal i Farreras