EL TEMPS DE LA MEMÒRIA

TRESORS DEL MUSEU D’ARQUEOLOGIA DE CATALUNYA A GIRONA

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El cementerio y la tumba, como lugar físico de reposo, definen un paisaje funerario y se convierten en un espacio de recuerdo y de memoria colectiva e individual, también de diferenciación social, de legitimación y de visualización de las élites. A lo largo de la historia, las formas materiales de estos espacios son múltiples, abarcando desde simples fosas a grandes monumentos funerarios, desde tumbas colectivas a sepulturas únicas o reutilizables. Los rituales, las ofrendas, el ajuar, el vestido denotan el cuidado de la persona fallecida así como su posición en la comunidad. Por el contrario, no tener derecho a las prácticas funerarias lleva implícito la exclusión de un grupo social.

Los cuerpos de los muertos no se abandonan en cualquier lugar sino que tienen su propio espacio. Desde los neandertales, hace 40.000 años, los seres humanos hemos ido combinando la inhumación y la incineración para cuidar de los muertos. La inhumación es el entierro en una fosa, un nicho o un contenedor, normalmente en un espacio delimitado conocido como necrópolis o cementerio. La incineración se refiere a la cremación del cuerpo para convertirlo en cenizas.

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