El descubrimiento de la cerámica, el vidrio y la metalurgia permitió ampliar y diversificar la producción de herramientas e instrumentos, cada vez más variados y eficientes: recipientes para cocinar y el almacenar alimentos, herramientas para el cultivo, la caza, la pesca y otras actividades de transformación de la naturaleza. El conocimiento tecnológico facilitó la incorporación de elementos decorativos de gran valor estético y simbólico a algunos de estos objetos de la vida cotidiana, convirtiéndolos en piezas de prestigio, de diferenciación social, en pequeños tesoros que, gracias a la arqueología, hemos podido recuperar.
Los recipientes, no son únicamente meros contenedores, sino que son un testimonio esencial de la evolución cultural. Con la capacidad tecnológica y el descubrimiento de nuevos materiales, se van preparando y perfeccionando consiguiendo formas estéticamente más refinadas y más afines a su función. Todos ellos tienen en común una acción y un instante en el que fueron elaborados y usados. Un instante de vida.
Los recipientes, especialmente los contenedores cerámicos, por su abundancia y variedad en el registro arqueológico, han sido desde siempre una de las herramientas de estudio más útiles para la arqueología. En un principio constituyeron la base de las secuencias cronológicas. Actualmente, con las nuevas técnicas de investigación, nos informan de detalles de la vida cotidiana fundamentales para la comprensión de las comunidades que los fabricaron y los utilizaron.
