Mármol
III-II aC
Mas Castellar (Pontós - Alt Empordà)
Ara de finales del siglo III a.C., de mármol blanco, localitzado en la casa 1, departamento 3, del establecimiento agrario de Mas Castellar de Pontós (Alt Empordà). Se trata de una pieza monolítica en forma de columna esculpida en mármol blanco. La columna está coronada por un capitel de estilo jónico clásico con pequeñas volutas, mejor trabajadas por la cara anterior e inacabadas por la parte exterior. El fuste es de sección circular estriado y se amplía por la parte inferior formando un plinto ancho y delicado. En la parte alta del fuste, y envolviendo la totalidad del perímetro, hay una moldura decorada con motivos vegetales de hojas lanceoladas situadas entre las estrías, separadas por las mismas aristas del fuste, y enmarcadas en perlas. En la parte frontal del fuste hay un marcado desgaste en la parte baja de las estrías. Dicho rebaje se podía explicar por el tocamiento continuado de la pieza, por un uso cultual, un fenómeno comparativo que se observa de igual modo en los pilares de sustento de una madre de Dios. En la parte cenital presenta una depresión central cuadrangular, y alrededor de la parte no depresiva se observan trazas incisivas, algunas muy profundas, que han sido interpretadas como impactos de hacha o cuchillo.
Los análisis petrográficos han identificado la cantera de pentélico, situado en las cercanías de la ciudad de Atenas, y explotada desde inicios del s. VI a.C. Fue el mármol más utilizado en las construcciones de la acrópolis, también para elementos arquitectónicos y escultóricos hasta el momento en que los romanos empezaron a utilizar el mármol de Carrara (mitad del siglo II a.C).
El mármol pentélico llegó a Empúries, donde se han localizado distintas piezas, como la estatua de Esculapio. No sería de extrañar que el ara de Pontós hubiera llegado por este foco de entrada cultural y se hubiera reutilizado con una finalidad de culto.
El ara fue localizada, destruida, en la estancia principal de la casa 1 del asentamiento agrario, un edificio majestuoso y grande de módulos arquitectónicos helenísticos con ocho habitaciones y dos patios internos, uno de los cuales estaba precedido por un vestíbulo porticado por el cual se accedía a la estancia. Los fragmentos de ara estaban esparcidos en torno a una gran lumbre situada en el centro. En esta misma estancia se localizaron, a la par, otros elementos relacionados con un culto cruento asociado a escenas de purificación, libación y sacrificio de animales. Destacar el elevado número de restos de can con trazas de cuchillo, descuartizamiento y alteraciones térmicas que muestran que el animal fue sacrificado y consumido posteriormente; hecho que hizo sospesar la posibilidad que el ara fue usada como apoyo principal para el sacrificio de este animal. Esta ingesta fue un hecho puntual en la vida del asentamiento que precedió a una ofrenda cruenta en agradecimiento a las deidades de la agricultura, de la sequía y del amor, y que acabó en un gran banquete en el cual, además del can, se consumieron otros animales de tipo doméstico como bueyes, corderos, cabras y cerdos.
La mezcla de restos de canes con animales domésticos para ser consumidos en una fiesta significa la importancia de este animal, el perro, como uno de los más cercanos y amigables de los seres humanos, el que mejor comparte el hogar y el reposo y, en ocasiones, la tumba. Además, el can está relacionado con las deidades subterráneas y con los ciclos de cultivo y de la agricultura.
Este uso cultual de un ara, en forma de columna con capitel, relacionado con sacrificios cruentos, no es banal. En numerosos recipientes cerámicos áticos de figuras rojas hay escenas pictóricas de sacrificio de animales domésticos con la representación de un ara en forma de columna y, en muchas ocasiones, con capiteles con volutas, que hacen de mesa de sacrificio. Esta documentación tan evidente e interesante descarta cualquier otra interpretación que cuestione el ara de Pontós como probable pedestal para estatua o como un soporte de altar propiamente.
Poco después de este banquete ritual, los habitantes de Pontós abandonaron el lugar después de cuatro siglos y medio de ocupación. Previamente a este hecho el ara fue destruida para salvaguardarse de posibles escarnios. Era el momento en que los romanos controlaban libremente las tierras del Empordà, a inicios del s. II a..C.
Enriqueta Pons