EL TEMPS DE LA MEMÒRIA

La alabarda

La hoja de alabarda del Museo Arqueológico de Girona es una pieza excepcional por su significación cronológica y cultural, por su estado de conservación y por su rareza. Se encontró en el año 1930 cuando se hacían los cimientos de la casa n. 26 de la calle Joan Maragall de Girona.

Se trata de una hoja de metal de forma general losángica formada por dos triángulos muy desiguales. El más grande, la hoja de la alabarda propiamente dicha, es alargado, reforzado con un nervio central grueso y de sección redondeada que llega casi hasta la punta. El triángulo opuesto, más plano, pequeño y corto, es la lengüeta que servía para enmangar la hoja en la asta. Por eso lleva tres agujeros que tenían que dar paso a los clavos o remaches, dos de los cuales se han conservado. Mide 24,3 cm de largo y 7 cm de anchura máxima. Los clavos hacen 1,8 cm de espesor.

Está hecha en cobre con pequeñas proporciones de arsénico, plata y plomo. Los clavos también son de cobre, pero este contiene antimonio y estaño en vez de arsénico. La hoja se hizo tirando el metal líquido en un molde y se terminó en la forja en frío o en caliente. Los clavos se hicieron aparte, con mineral de otra fundición.

La alabarda de época prehistórica consistía simplemente en un triángulo alargado de metal clavado en una asta corta. Era un arma ofensiva que se podía manejar con una o dos manos, pensada para golpear y clavar. Las hojas más antiguas eran simplemente planas y posteriormente adquirieron un nervio central como refuerzo. La asta solía ser de madera, de un metro de longitud aproximadamente, aunque también se han encontrado de metálicas en la Europa nórdica y central.

Las hojas de metal, como la nuestra, se consideran hojas de alabarda, si bien no siempre es fácil separarlas de las hojas de puñal. Estas últimas también eran triangulares y anchas, y también iban unidas con remaches a un mango, pero en este caso de forma longitudinal. Las hojas de alabarda se ponían haciendo un ángulo ligeramente agudo con la asta y por ello a las alabardas los agujeros de los remaches no son simétricos. Este es el caso de la de Girona.

La alabarda fue un arma característica de la edad del bronce antiguo y medio y se encuentra por toda Europa. También la encontramos figurada en los grabados rupestres, desde los países nórdicos hasta el Atlas y el Sahara, en los petroglifos gallegos y en los Alpes. Dependiendo del lugar, se representan la hoja, la alabarda entera o bien personajes que la llevan en sus manos.

Además de ser un arma ofensiva, también era un objeto simbólico para señalar la categoría social de la persona que la presumía, al igual que ocurre hoy en día con ciertos cuerpos militares, que llevan las alabardas en una función ornamental simbólica.

En la Península Ibérica son muy presentes en la civilización del Argar (2200-1550 a.C.), que se extendió por Andalucía oriental, Murcia y Alicante. Se encuentran en sepulturas, donde indican que la persona inhumada era un guerrero. En el resto de la Península suele tratarse de hallazgos aislados. La que comentamos es la única que se ha encontrado en Catalunya.

La forma de la hoja de Girona se corresponde con tipos de alabardas atlánticas. A pesar de que es de cobre y no de bronce, por la forma que tiene se corresponde más a la edad del bronce antiguo (2300-1850 a.C.) que al Calcolítico.

La alabarda propia de la época medieval y moderna era muy diferente. Servía para pinchar y cortar, y la asta era de unos dos metros de largo, con una especie de hacha al lado y una punta en el extremo. Puso en valor la infantería que la llevaba, puesto que permitía hacer frente a la caballería. Algunas eran muy ostentosas y sólo servían, al igual que en la prehistoria, como arma de prestigio. Con esta función la usan todavía los alabarderos de la Guardia Real española o la Guardia Suiza del Vaticano.